jueves, 22 de abril de 2010

Maleabilidad

Esta realidad tirana que se ríe a carcajadas porque espera que me canse de buscar.
A. Lerner
La realidad otra vez… puede ser tan dúctil como uno lo desee. Se puede danzar con ella escogiendo el ritmo según el estado de ánimo, o según los colores se puede pintar, como llenando el cuerpo de tatuajes. Pintar con luz y sombras, dejando que el proceso creativo se convierta en una recapitulación. Psicodelia, magia, brillo, oro, dorar la píldora. Take the red pill. Todo tiene un precio. Rechazar la pastilla azul de Morfeo, buscar la olla al final del arcoíris. Hay que seguir la intuición, hay que danzar con los demonios y los seres alados, hay que beber tragos amargos para conocer la miel. Hay que estirar el plumaje y permitir al sol bañarnos con su dorado resplandor. Y todo eso mientras seguimos viviendo en la orilla de la Matrix, mientras buscamos desesperadamente no caer en la tentación de la vacuidad tan al alcance de la mano. Que nuestras vidas no sean vanas. Que podamos ayudar a alguien, que los vampiros no se roben lo que son incapaces de generar por sí mismos, que aprendamos a tener compasión de ellos. Que nada se crea ni se destruye, sólo se transforma. ¿Por dónde empezar con la realidad? O la aceptas, o la cambias o la dejas. ¿Dejarla? Imposible por mi voluntad. Hasta que me llamen seguiré la senda. Amo la corriente vital que nos une al ritmo mágico del cosmos, amo el olor del desierto al amanecer, los abrazos de los niños, la música, la sincronicidad de la existencia. Amo el fuego de la chimenea y las constelaciones del misterio, el mar y el viento ¿Aceptarla? Imposible por mi voluntad. Siempre fui rebelde, siempre me pregunto dónde está escrito cómo deben ser las cosas. En la antigüedad se hizo el intento con el código de Hammurabi, tallado en una piedra descomunal que es fotografiada por los turistas que visitan el Louvre. En la actualidad se ensaya con las leyes del sistema, que originalmente fueron creadas para la convivencia humana pero que cada vez se van diluyendo en un mundo regido por la avaricia y la falta de conciencia. Pero hay leyes que cada quien tiene el derecho de construir y deben ser maleables, permitir el cambio. ¿Cambiar? Eso sí, hay que lavarse los dientes con la otra mano, hay que danzar con la realidad. Enemiga de la rigidez, enemiga de los hábitos perennes. Romper esquemas, romper ese falso cheque brillante que pretende comprar el futuro inexistente. HOY me encuentro sentada escribiendo, hoy bebo el elixir de cierta gnosis. Y los tragos son amargos al principio. Porque la cómoda y cálida sillita opera con todo su magnetismo para atraerme hacia la insipidez. Me observo saliendo del cuerpo como un testigo y no logro entender aún por qué estoy tan molesta. Será la influencia de la luna. Si nuestro cuerpo está compuesto mayormente de agua, y el satélite interviene en las mareas ¿Cómo influirá en nuestros organismos? ¿De qué manera las moléculas se mueven con una sabiduría desconocida para nuestras pequeñitas mentes? Pagar el precio de la inconformidad. Para dejar de lado el enojo hay que practicar la paciencia, la aceptación. Cuánto lamento absurdo. Tal vez es sólo la maldita costumbre de pensar demasiado. Quiero convertirme en líquido y ser río que fluye, quiero vibrar azul. Azul como las profundidades de mis abismos, azul como el cielo, azul como el éter que rodea el aura de los cuerpos. Tomo un rollo de papel y lo despliego en el suelo. Pinto mi silueta. El lugar que ocupan las células de este organismo en el espacio. Lo pego en la pared y observo los contornos de eso que soy. Tomo el bote de pintura y embarro mis manos en el color…libélulas en el vientre, mariposas en la espalda, colibríes en los brazos, flores y hojas en las piernas. Un sol dorado y resplandeciente en el plexo…Un momento…alguien está tocando mi puerta, voy a ver de quién se trata. Tal vez es la señora de las tortillas, tal vez es mi vecina, tal vez el recibo de la luz, tal vez un problema o alguien que necesita algo, tal vez un niño preguntando el nombre de una calle, tal vez sólo el viento. Como sea, ES eso que está allá afuera de estas palabras pero a la vez dentro… la maleable realidad.