viernes, 26 de septiembre de 2008

El Basurero

Por Mercedes Aquino
Avanzando por la extensa cuenca del valle donde se asienta el poblado de Cedral, bajo el cerro del Fraile, iba pensando que ante el espectáculo del verdor dejado por las intensas lluvias, el aire cristalino y las dramáticas nubes que anuncian tormenta no es difícil imaginar el momento, hace millones de años, en que enormes mamuts y dinosaurios llegaban a beber a este lugar. Cerrando los ojos, casi podía sentir su presencia. De repente, junto al camino vi unas enormes aves de rapiña. Me detuve y mientras del cielo comenzaban a caer unas sutiles gotas de agua, comprobé que unos quince carroñeros estaban en torno a algo enorme. Pero no era un cadáver, era algo de color blanco. Me acerqué y las aves se alejaron, no muy contentas imagino. Se trataba de un montón de desperdicios. Un olor nauseabundo inundaba el ambiente, subí un pequeño promontorio y ante mí se extendió un paisaje desolador. El basurero municipal. Di la vuelta y me acerqué por la entrada principal. Encontré a unas personas en aquél océano de inmundicia. Había dos niños y unos ocho adultos aproximadamente. En otra parte se veía una pequeña y destartalada camioneta amarilla que penosamente arrastraba un remolque lleno de botellas de plástico. Me acerqué al grupo. Pregunté por el encargado que resultó llamarse Cecilio, don Cecilio. Los demás eran casi todos sus familiares, incluidos los niños, sus nietos. Estaban con las piernas introducidas hasta la rodilla dentro a la basura, separando, aventado hacia un lado las botellas de plástico, las latas. El hedor era insoportable y nubes de moscas se levantaban a nuestro alrededor con cada paso. Un perro negro con manchas blancas hurgaba junto con ellos. Los señores detuvieron un momento su trabajo, se prendieron un cigarrito (casi todos fuman) y entre bromas aceptaron retratarse. Los niños, Alejandro y Brandon fueron un poco más reservados, sobre todo el pequeñito, no le gustó mucho la cámara. En un momento encontró un camión de plástico roto. Se puso a jugar en aquel paisaje. ¿Puede haber una imagen más patética y desgarradora de la era moderna? me pregunté. La mamá de los niños Aureliana, me contó que es madre soltera de seis chiquillos, Alejandro tiene diez años y no va a la escuela porque le ayuda a ella juntando basura para mantenerse. Seguí el recorrido. En medio de la enorme cantidad de desperdicios estaba una retroexcavadora completamente oxidada y junto a ella crecían unas esplendorosas flores violetas. En un promontorio encontré una pistola de plástico, cuyo color azul resaltaba en medio del sol que por momentos dejaban asomar los nubarrones que ya iban acercando la tormenta desde el este. Mis zapatos estaban llenos de una sustancia pegajosa cuando me acerqué a la camioneta amarilla. Allí me encontré a Miguel, quien recoge plástico, vidrio y aluminio para llevarlo a Matehuala, donde tiene una pequeña empresa que se dedica a la reciclar. Me sorprendió mucho hallar a un ecologista, pero ¿qué mejor lugar que el basurero? Me contó que en una ocasión intentó dar pláticas en una secundaria acerca del manejo de residuos, pero al ver la escasa participación de los alumnos, una maestra le dijo que mejor ya no siguiera perdiendo su tiempo. El remolque de la camioneta estaba lleno de costales gigantescos donde Miguel se lleva las botellas. Si este basurero te sorprende, me dijo, deberías ir al de Matehuala. Allí presencias escenas desgarradoras, como que un perro coma de un recipiente y después lo recolectores lo usen para su comida.
Volviendo hacia el grupo de Cecilio, recordé que esa misma mañana salí de la casa con una bolsa de basura que fui a depositar al contenedor. Y al ver a estas personas sumidas en los desperdicios, entre los cuales seguramente estaban los míos, decidí ser todavía más cuidadosa a la hora de reciclar. Brandon seguía jugando con el camioncito roto. El perrito encontró una botella de plástico y se puso a morderla. El niño sonreía tranquilo en el medio de aquel mar de desechos, perdido en un mundo de fantasía, mientras las moscas se posaban en su pelo. Sobre el camión, puso algo verde, me acerqué para ver de qué se trataba. Era la cabeza de un muñeco, un dinosaurio.

domingo, 7 de septiembre de 2008

La rodilla y la tele

Por Mercedes Aquino
Pasé varias jornadas sin poder apoyar la pierna. El médico dijo, por tres días, sólo caminarás de la cama al baño, así que me fui con mi querida hermanita, quien me atendió y cuidó hasta que disminuyó la hinchazón y el dolor. El doctor me recetó unas pastillas muy intensas. Yo las llamo las píldoras azules, como en Matrix, cuando Morfeus le dice a Neo ¿Cuál prefieres, la roja que te hará ver la realidad o la azul te hará volver a lo que piensas es la realidad? Bueno, en esos días me tocó la azul. Así que con la mente embotada, acostada en el diván mullido de la sala fraternal, frente a un enorme televisor de pantalla última tecnología, yo, que prácticamente casi nunca veo la tele, me pasé tres días inmersa en TODOS los programas que me permitía la velocidad del control. Lo único bueno que vi fue un video de Radiohead en el cual aparece la pantalla dividida en dos. En una parte hay un niño rubio despertando en una linda recámara, bajando a desayunar a una luminosa cocina, con la mesa llena de comida y su mamá sonriente sirviéndole de comer. En el otro lado se ve un niño chino que se despierta después de haber dormido en el piso. Está vestido de gris, desayuna una especie de masa líquida en una escudilla y sale a un enorme taller, donde lo ponen a trabajar, a hacer zapatos. Mientras tanto, el otro va a la escuela, toma clases de música, hace lindos dibujos. Se ve la vida de ellos dos durante el día. Al caer la noche, el rubio vuelve a su confortable habitación y se quita los zapatos. Los deja caer al piso. En ese mismo momento, el chino termina de hacer unos zapatos exactamente iguales a los que el otro aventó al suelo. IMPACTANTE!!!
Me sorprendió encontrar un canal en donde ves cómo hacen operaciones de cirugía estética a las personas, como ponen chichis más grandes, chichis más pequeñas, mentones nuevos, dientes más delgados, piernas más largas. Muestran el antes y el después. Yo no veía los defectos que ellos aseguraban tener. ¿Es posible que la envoltura atraiga más felicidad? Otro programa donde ponen a la gente en una vitrina y luego la hacen lucir diez años más joven. Me costó creer eso. Aunque claro, ¿a quién no va a gustarle salir sin ningún esfuerzo de la sala operatoria (nada de deporte, dieta balanceada, aguantarse los vicios, etc.) con una cinturita y la cara lisita como nalga de bebé? ¿Y que decir de los programas de ENTRETENIMIENTO con el tema olimpiadas? No se quienes son los guionistas pero deben ser personas muy estudiadas en el arte de idiotizar a la gente. ¿Películas? Si las quieres gratis puedes ver policíacas de los ochentas en varios canales. O melodramas en los cuales la protagonista aparece con el pelo chino, fleco, pómulos y ojos maquilladísimos, vestida con una falda recta, cinturón ancho y blusa con holanes y hombreras abombadas y un auto convertible rojo. ¿Repeticiones? Series de criminología en las cuales ves como un pedacito de carne de debajo de la uña del pie izquierdo de la víctima ferozmente asesinada conduce a las huellas del malvado (a) que pensó en cada detalle para que no se descubriera su culpa y se olvidó sólo la ruedita pequeña del engranaje más complicado. Estas versiones masticadas llegan a ser muy entretenidas. Te quedas hipnotizada esperando a saber si la atractiva y sexy oficial descubrirá al asesino, o lo atrapará en una espectacular corretiza donde el público no podrá despegar ni un momento su mirada del agradable espectáculo de curvas y protuberancias moviéndose a un ritmo especialmente estudiado para que la masa anatómica resalte. Mientras el musculoso y recio analista de laboratorio (un bombón multirracial) trabajará horas extras hasta descubrir que las gotas de semen encontradas en el pabellón auricular de la víctima (claro, en todas hay detalles escabrosos) en realidad corresponden al ADN del comisionado de policía de la ciudad!!!
Esa programación no es para todos. Sólo algunos tienen acceso a la señal satelital. En el desierto hay ranchos que no cuentan con energía eléctrica pero se procuran una batería de carro y una tele pequeña en blanco y negro para sintonizar los únicos dos canales que se ven en todo el país. El famoso duopolio televisivo mexicano. Donde te dicen que el mundo es maravilloso y donde la gente llora con la protagonista de la telenovela de moda y los noticieros nacionales te mantienen BIEN INFORMADO.
Crecí leyendo novelas de Edgar Allan Poe, temblando de miedo ante El Péndulo. Horacio Quiroga y su Marabunta. Ojeando bajo las sábanas las aventuras del inspector Poirot, Sherlock y Watson. Esas historias que te acompañaban en una tarde de lluvia o en una noche insomne. No pude tomar ningún libro durante la convalecencia. Me mantuve prácticamente encadenada a la caja de entretenimiento. Nos vamos acercando al momento en que Montag comenzará a preguntarse acerca de su trabajo como bombero en Fahrenheit 451. Sólo que ya no será necesario quemar los libros. Con estas versiones procesadas, ya para qué. Hasta en la escuela a los niños les piden la tarea por internet. El dependiente del ciber café imprime las copias para todos y llegan al día siguiente con sus flamantes trabajos, de los que no han leído ni dos renglones.
Cuando finalmente pude levantarme salí a caminar. Llevaba en mi equipo de sonido a Joe Cocker con Hymn 4 my soul. El efecto de la pastilla azul había desaparecido pero de todos modos me sentí como en una película, andando por la plaza moviendo mis protuberancias, esas sí bastante normalitas, con un estilo un poco chueco por lo de la rodilla resentida aún, sintiendo en la nariz el insustituible aroma de agua después de la lluvia. Por el momento, de tele tuve bastante.