viernes, 3 de septiembre de 2010

Nautilus

Luego del viaje al sur ha sido necesario un reajuste de neuronas y de moléculas en el espacio-tiempo del desierto. La vida es un caleidoscopio cuya única certeza es la impermanencia de las cosas. Todo se encuentra en constante movimiento y hay que ser flexible para adaptarse a los cambios. Vivir el presente y todo eso. Hace unos días venía subiendo al Real por el empedrado. Iba con los niños escuchando música. A toda máquina como diría el capitán Nemo, en el Nautilus catorceño de la familia: camioneta blanca con la pintura descascarada en la puerta de atrás, calavera izquierda rota, estéreo con casetes y una madera sosteniéndolo, asiento descosido, plumas y cristales colgando del espejo retrovisor, mate y termo de emergencia abajo del asiento, casita en miniatura pegada sobre el tablero, cables salidos en la cabina, manchas de grasa en las puertas, ruidos de matraca por doquier, pero eso sí…corre como un Ferrari. Decía, iba con los niños hacia casa cuando pasé encima de una serpiente enroscada en el camino. Apliqué los frenos y patinando nos detuvimos. De reversa nos acercamos a ella. Abrimos las puertas para ver ese hermoso espectáculo. Era una cascabel grandísima. En eso apareció otro vehículo y le hicimos señas desesperadas al conductor para que redujera la velocidad. El señor pasó despacio junto a nosotros y nos miró como si fuéramos extraterrestres. Se trata de un hermoso ejemplar, mírelo. Pero el no logró distinguirlo en el empedrado y siguió la marcha. La víbora se fue desenroscando de a poquito y majestuosamente salió de la carretera para internarse en los arbustos. Qué regalo, la vimos muy de cerca. Luego, continuamos. Pechereque, un personaje catorceño de lo más interesante, nos pidió aventón para el pueblo. Tenía un costal con maíz. Él fue uno de los que perdió su casa con las lluvias de julio. Nos adentramos en el túnel que aún se encuentra en reparación y recordé ese día cuando una ola de tres metros invadió la galería y se llevó más de la mitad del estacionamiento de Ogarrio, con carros y todo. Cuando para atravesarlo el agua llegaba a más de un metro y tapaba los faros y debías hacerlo sólo en una camioneta grande. Una visión apocalíptica. Nunca hubo tanta agua, aseguraron los ancianos. El pueblo quedó incomunicado durante un par de días. En momentos como ese te das cuenta de que nuestras vidas son tan pequeñitas, que esto que estamos experimentando es tan sólo un instante. No hay certezas. Sobra el agua en el desierto mientras los corazones de algunos hermanos y hermanas se consumen de sed en sus desiertos internos. La realidad está llena de metáforas. Continuando por las calles empedradas, dejamos a Pechereque. Llevé a los niños a la casa y me fui con rumbo al cementerio. Allí me encontré nuevamente al señor que nos miró como extraterrestres en la carretera y a un muchacho sosteniendo orgulloso una cascabel muerta. La maté yo, dijo el chico. Ya ves, comentó el señor, ahí está tu cascabel. Bueno, al menos una se salvó. La serpiente, que para muchos representa la sabiduría, la infinita y ascendente energía vital que entrelaza la existencia de las cosas. Verla reducida así, a un amasijo de inerte, me produjo una melancólica desazón. Regresé al Nautilus y seguí navegando entre las brumas del atardecer, buscando en los recovecos de la memoria un resplandor de esperanza. Y recordé que aún existen espacios sagrados e infinitos océanos plagados de misterios, donde las serpientes, cual sirenas en los escollos, cantan hermosas y ancestrales melodías. Aguzando el oído, podemos escucharlas, aún en medio del ruido incesante de nuestros afanes.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Mercedes!!!... que anécdota tan mágicamente contada... definitivamente me permitiste trasladarme ahí y rendirle tributo a la serpiente... me alegra ver que aún quedamos algunos extraterrestres en este planeta... gracias por compartir-compartirte... un abrazo enormee!!!...

Fab : )

rightfly dijo...

Un desierto, una serpiente, un viaje mágico........la vida esta para quienes quieren vivirla, la escaces desértica en muchas ocasiones "polariza" para ver con más claridad lo no obvio pero si nítido. Es inaudito ver un Ferrari en el desierto.....para aquellos de vista cansada hacia la vida, gracias amiga por compartirla.
Luis