Llegó de noche, en un taxi procedente de Matehuala. Mi amigo el del dálmata, dos años sin vernos. Bajó del vehículo con su mochila y nos dimos un fuerte abrazo, de esos que se dan cuando los años de conocerse han logrado surcar un océano de incertezas y hacer que los navíos toquen puerto, estás en familia. La primera noche la pasamos hablando. De su enorme equipaje sacó unas películas. An inconvenient truth, de Al Gore, Endgame de Alex Jones y otras sobre el 911 y el terrorismo. Ya meses atrás, un ángel enviado del cielo parisino me había traído información muy interesante sobre el mundo alternativo a la Matrix que existe allá afuera. En el rancho, a veces llegan ciertos seres enviados especialmente, digo yo, para no dejar de aprender. Me fueron recomendados varios sitios, me hablaron de lo que pretenden hacer al privatizar internet. Y de tantas cosas que me dejaron azorada, como que existen sitios donde puedes escoger un ser virtual y vivir una vida virtual, comprar propiedades, hacer el amor, consumir drogas, comprar ropa de diseñador, hacer un deporte extremo, incluso matar gente si ese es tu gusto. Y todo por una módica suma. También supe de un hombre que tiene más de 300 websites, todos de él. Y cosas por el estilo. Me di una encerrona para ver las películas de mi amigo. Luego, decidí salir. Eran las seis de la mañana y viajaba con mi vehículo a gran velocidad cuando vi una estrella fugaz. La sentí toda para mí solita y le pedí un hermoso deseo que espero se cumpla algún día, muy pronto. Mientras el alba se anunciaba a través de unas nubes rosadas, fui reflexionando acerca del calentamiento global. La película de Gore me pareció muy ilustrativa, digamos que lleva las cifras científicas a un nivel entendible. Claro, me sorprende que el hombre siempre se vea sentado en un carro o en un avión, que son de las fuentes más contaminantes como él mismo lo dice y claro, al final esa visión americanista de Nosotros sí podemos, tenemos el poder. Dice Gore, a manera de conclusión: Hemos sido capaces de acabar con la esclavitud en nuestro país (que estaba dividido porque unos no querían), de ganar guerras (sólo se le olvida mencionar a los millones de personas que han muerto a causa de ellas), de vencer al comunismo, de acabar con enfermedades que eran consideradas incurables. A pesar de ese infaltable discurso pro supremacía capitalista, el hombre nobel de consolación tiene razón. Alex Jones nos da otra visión, acerca de un pequeño grupo cuyo maquiavélico plan es esclavizar a la población mundial y critica esta premisa, diciendo que el realidad el impuesto que pretenden cobrar sobre las emisiones de carbono es para enriquecer las arcas del grupo Bildenberg. ¿Qué estamos haciendo en este momento contra el calentamiento global? Me llegó esa duda luego de lo del basurero. Estoy completamente de acuerdo en que todos podemos inventar algo, cada uno de nosotros tiene el deber de actuar, aunque sea en algo tan sencillo como bañarse con agua tibia, usar envases de vidrio, o acostumbrarse a la bicicleta. O dar la vuelta al mundo sin utilizar combustibles fósiles como Tim Harvey (vancouvertovancouver.com) Pero si el sistema no cambia en la base ¿cómo podremos hacerlo? Tuve una seria conversación con mis hijos. Pensé en llevarle la película de la verdad inconveniente a la maestra de ciencias de la secundaria, lástima que no se puede copiar. Otra incongruencia. ¿No debería llegar a la mayor cantidad de gente, incluso a quienes no pueden pagar 300 pesos por ella? Un día salimos con Carmelo el burro, que por cierto ya no es obeso y se ha vuelto muy veloz. Fuimos a recoger basura en la hondonada y llenamos cuatro costales en un ratito. Y eso que es un pueblo de mil quinientos habitantes. Otro amigo, que vive en el Nido del Tecolote y es anfitrión de un portal galáctico me recomendó un video muy bueno que se llama Story of Stuff. Allí también nos hablan de lo equivocado que es el sistema en el que vivimos y pretendemos evolucionar. Todas esas noticias llegan del mundo exterior mientras el pueblo se ve rodeado de la basura que queda luego de las fiestas de Panchito, y una nata color café domina el horizonte, producto de la contaminación de alguna de las grandes ciudades. En tanto el frio da las primeras señales de que ahí viene el invierno, mientras las hojas de los nogales ya comienzan a desprenderse y el cerro del Lucero se cubre de nubes bajas. Sí, así es el mundo que nos tocó vivir y cuando regreso de la ciudad siempre agradezco ser tan privilegiada. Al mismo tiempo, sé que hay muchas personas como mi amigo que habitan allí y son eyocan ( los eyocan eran quienes dentro de las sociedades tribales hacían las cosas al revés, se iban por otro camino, renegaban de algún modo contra las leyes sociales establecidas). El planeta no va a esperar a que nos pongamos de acuerdo. Tampoco creo que vayan a llegar los de la nave de la otra noche a proponer alguna milagrosa solución. Aunque me encantaría que me llevaran a dar un paseíto. Le platiqué a otro amigo acerca de estas películas. Su repuesta fue muy ilustrativa: No, mejor no las veo, de eso no me quiero enterar.
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