Dejar de avergonzarse de uno mismo,
es la señal de la libertad realizada. Nietszche.
Marchaba un domingo hacia San Telmo. Subí a un colectivo y no había nadie. El conductor me hizo bajar en la calle Chacabuco y avenida San Juan y caminar hasta Defensa. Luego, a la plaza de San Pedro. Iba pensando en la inmortalidad del cangrejo, silbando entre dientes, buceando en el sentido que le da a la vida ser un testigo de realidades. Lloviznaba. Conforme avanzaba hacia la plaza, se escuchaba una guitarra. Eran las notas del Concierto de Aranjuez de Joaquin Rodrigo. Una interpretación maravillosa. Qué buen guitarrista Gustavo Margulies. Entre la multitud, cerré los ojos para deleitarme al cien con el idioma universal de la música. La feria de San Pedro Telmo, el mercado de antigüedades más importante de América Latina, a decir de algunos. Allí encuentras cubiertos, hormas de zapatos, candados, campanas, boleadoras, joyas, platos. Estampas de Maradona, del Che Guevara, Fangio, Perón, Sandro. Libros, fotografías, pinturas, tapices, cofres, bolsas, pieles de animales, juegos de té, anillos, relojes, cuadros, fotografías. Bastones cuya empuñadura, elaborada con las más finas maderas y marfiles, cuentan con escondites para las dagas, las pastillas, los dados, las fotitos porno y demás artilugios que usaban los caballeros en esa época en que el bastón era pieza infaltable en la vestimenta de los Dandys. Siguiendo me encontré un metrónomo francés del siglo XVIII, peinetas, botellitas de refresco, de soda, abanicos, candelabros, frascos de botica…aquí me detuve a leer las etiquetas: almidón, ácido pírico, hiposulfito de calcio, azufre lavado, benzoato de benzilo, agua de botot (me recuerda a Juli de chiquito), terpina hidratada, glicerina boricada, azul de metilenio. Envases encantadores de color ámbar. Dedales, pastilleros, muñecas, guantes. Me paré un momento junto a un señor sentado, un poco amargado, medio mamón. En eso llegó un ladronzuelo a venderle una bombilla y tras un regateo despiadado, el pobrecito se fue con la cola entre las piernas. En un puesto de periódicos me regalaron una pluma a cambio de una sonrisa. En una esquina escuché a la orquesta El Afronte, que toca tango en la Maldita y Bendita Milonga. Conocí algunos artesanos. Liliana, que hace mates con grabados, la paraguaya Noemi con sus bolsas y Guillermo que trabaja la famosa piedra rosada de argentina, rodocrosita. Comenzó a llover más fuerte. Los muchachos cubrieron sus puestos con plásticos. La gente se apoyaba en los edificios esperando que pasara la lluvia. Un hombre pintado de cobre, de esos que se quedan como estatuas, estaba en un zaguán comiendo sánguche de jamon crudo. Yo tenía que hacer pipí. Así que me fui al Mercado de San Telmo, que fuera inaugurado en 1897. En el interior del sanitario, había pegado en la pared el cartel de una vieja película La guerra del cerdo. Recorriendo esa fantástica estructura de metal, llegué a los puestos de fruta. Compré un puñado de cerezas. Iba de nuevo muy soñadora, esta vez entonando Mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate…Y ya nadie me escribe diciendo no consigo olvidarte. Una muy nostálgica canción. Mientras cantaba, combinaba la melodía con el sonido de las cerezas al reventar en la boca, con su maravilloso sabor, y su jugoso deleite rojo. Caray, esa fruta despertaba ecos en el vaivén de mis pasos… Siempre en el mercado, encontré una tienda que hubiera vaciado para una colección de cámaras fotográficas y exposímetros viejos. Marcas como Sekonic, Actino, Rolleiflex, Traveler, Leica, Ofo, Voigtlander. En medio de las vitrinas, un letrero que decía: Este local está rigurosamente vigilado por el señor de enfrente. Al salir, por fin un tímido rayo de sol y una humedad sofocante pero agradable de todos modos. La calle hervía de gente otra vez. Llegué a un puesto donde vendían playeras con inscripciones, mi favorita: Antes muerta que sencilla, hecha por Naty Menstrual, un travesti famoso en San Telmo, quien escribe diferentes columnas en revistas culturales y escandaliza a algunos sectores de la capital. Pelo rubio, ceja depilada, vestido azul, tacón, perfume. Un vozarrón intenso, una mirada descarada. Fue una plática de lo más estimulante. Me contó, tal vez parte del argumento de su novela Continuadísimo, que tiene un hermano gemelo que es cura. Que le gusta vestirse de mujer pero que sigue siendo hombre, con todos los instintos y las hormonas que ello implica, que le gusta tocar a un amante en el torax y acariciarle a veces con la palabra. Preguntó que si los mexicanos son guapos. Aquí hay muchos, mira ese que viene ahí, el morenito ¿ya le viste los músculos? Me hizo recordar a un amigo que siempre dice: Soy Bipolar hasta las tetas. Auténtica. La charla duró bastante, nos dimos un abrazo, quedamos para un café. Seguí caminando, ya las sombras declinaban hacia esa tarde de domingo, queriendo terminar la semana. Un hombre recogía las playeras de su puesto, Que la sigan chupando, con una foto de Maradona, creo que vendió muchas, está de moda esa frase, la ves en todos lados. Me tropecé con Ale, un caricaturista excelente, escritor, contestatario y un poco esquizo, pero buena gente. Salimos a tomar una cerveza y como nuevamente tenía que hacer pipí y el baño estaba terrible, le dije… quisiera mear en el camellón de la avenida Ave Ale, allí junto a los árboles donde asoma la luna, pero me van a arrestar. Las opciones eran únicamente esas dos. Calle o local. Si lo escribo en el relato de este día, es como si lo hubiera hecho de verdad ¿no? Le pregunté. Y él me contestó, claro que no, la literatura es y no es la vida. Y me soltó una frase de su cosecha Ser o ser, sino nada. Y luego me soltó otra de Janis Joplin: Freedom is just another word for nothing left to loose. Le dije, pues ya no aguanto, me estoy orinando. Me levanté, me quedé quieta, miré hacia el camellón, hacia adelante y miré hacia el interior del local, hacia atrás, aún sin dar el primer paso. Apareció en su rostro una increíble sonrisa divertida, en el mío una de picardía y comencé a moverme.
Marchaba un domingo hacia San Telmo. Subí a un colectivo y no había nadie. El conductor me hizo bajar en la calle Chacabuco y avenida San Juan y caminar hasta Defensa. Luego, a la plaza de San Pedro. Iba pensando en la inmortalidad del cangrejo, silbando entre dientes, buceando en el sentido que le da a la vida ser un testigo de realidades. Lloviznaba. Conforme avanzaba hacia la plaza, se escuchaba una guitarra. Eran las notas del Concierto de Aranjuez de Joaquin Rodrigo. Una interpretación maravillosa. Qué buen guitarrista Gustavo Margulies. Entre la multitud, cerré los ojos para deleitarme al cien con el idioma universal de la música. La feria de San Pedro Telmo, el mercado de antigüedades más importante de América Latina, a decir de algunos. Allí encuentras cubiertos, hormas de zapatos, candados, campanas, boleadoras, joyas, platos. Estampas de Maradona, del Che Guevara, Fangio, Perón, Sandro. Libros, fotografías, pinturas, tapices, cofres, bolsas, pieles de animales, juegos de té, anillos, relojes, cuadros, fotografías. Bastones cuya empuñadura, elaborada con las más finas maderas y marfiles, cuentan con escondites para las dagas, las pastillas, los dados, las fotitos porno y demás artilugios que usaban los caballeros en esa época en que el bastón era pieza infaltable en la vestimenta de los Dandys. Siguiendo me encontré un metrónomo francés del siglo XVIII, peinetas, botellitas de refresco, de soda, abanicos, candelabros, frascos de botica…aquí me detuve a leer las etiquetas: almidón, ácido pírico, hiposulfito de calcio, azufre lavado, benzoato de benzilo, agua de botot (me recuerda a Juli de chiquito), terpina hidratada, glicerina boricada, azul de metilenio. Envases encantadores de color ámbar. Dedales, pastilleros, muñecas, guantes. Me paré un momento junto a un señor sentado, un poco amargado, medio mamón. En eso llegó un ladronzuelo a venderle una bombilla y tras un regateo despiadado, el pobrecito se fue con la cola entre las piernas. En un puesto de periódicos me regalaron una pluma a cambio de una sonrisa. En una esquina escuché a la orquesta El Afronte, que toca tango en la Maldita y Bendita Milonga. Conocí algunos artesanos. Liliana, que hace mates con grabados, la paraguaya Noemi con sus bolsas y Guillermo que trabaja la famosa piedra rosada de argentina, rodocrosita. Comenzó a llover más fuerte. Los muchachos cubrieron sus puestos con plásticos. La gente se apoyaba en los edificios esperando que pasara la lluvia. Un hombre pintado de cobre, de esos que se quedan como estatuas, estaba en un zaguán comiendo sánguche de jamon crudo. Yo tenía que hacer pipí. Así que me fui al Mercado de San Telmo, que fuera inaugurado en 1897. En el interior del sanitario, había pegado en la pared el cartel de una vieja película La guerra del cerdo. Recorriendo esa fantástica estructura de metal, llegué a los puestos de fruta. Compré un puñado de cerezas. Iba de nuevo muy soñadora, esta vez entonando Mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate…Y ya nadie me escribe diciendo no consigo olvidarte. Una muy nostálgica canción. Mientras cantaba, combinaba la melodía con el sonido de las cerezas al reventar en la boca, con su maravilloso sabor, y su jugoso deleite rojo. Caray, esa fruta despertaba ecos en el vaivén de mis pasos… Siempre en el mercado, encontré una tienda que hubiera vaciado para una colección de cámaras fotográficas y exposímetros viejos. Marcas como Sekonic, Actino, Rolleiflex, Traveler, Leica, Ofo, Voigtlander. En medio de las vitrinas, un letrero que decía: Este local está rigurosamente vigilado por el señor de enfrente. Al salir, por fin un tímido rayo de sol y una humedad sofocante pero agradable de todos modos. La calle hervía de gente otra vez. Llegué a un puesto donde vendían playeras con inscripciones, mi favorita: Antes muerta que sencilla, hecha por Naty Menstrual, un travesti famoso en San Telmo, quien escribe diferentes columnas en revistas culturales y escandaliza a algunos sectores de la capital. Pelo rubio, ceja depilada, vestido azul, tacón, perfume. Un vozarrón intenso, una mirada descarada. Fue una plática de lo más estimulante. Me contó, tal vez parte del argumento de su novela Continuadísimo, que tiene un hermano gemelo que es cura. Que le gusta vestirse de mujer pero que sigue siendo hombre, con todos los instintos y las hormonas que ello implica, que le gusta tocar a un amante en el torax y acariciarle a veces con la palabra. Preguntó que si los mexicanos son guapos. Aquí hay muchos, mira ese que viene ahí, el morenito ¿ya le viste los músculos? Me hizo recordar a un amigo que siempre dice: Soy Bipolar hasta las tetas. Auténtica. La charla duró bastante, nos dimos un abrazo, quedamos para un café. Seguí caminando, ya las sombras declinaban hacia esa tarde de domingo, queriendo terminar la semana. Un hombre recogía las playeras de su puesto, Que la sigan chupando, con una foto de Maradona, creo que vendió muchas, está de moda esa frase, la ves en todos lados. Me tropecé con Ale, un caricaturista excelente, escritor, contestatario y un poco esquizo, pero buena gente. Salimos a tomar una cerveza y como nuevamente tenía que hacer pipí y el baño estaba terrible, le dije… quisiera mear en el camellón de la avenida Ave Ale, allí junto a los árboles donde asoma la luna, pero me van a arrestar. Las opciones eran únicamente esas dos. Calle o local. Si lo escribo en el relato de este día, es como si lo hubiera hecho de verdad ¿no? Le pregunté. Y él me contestó, claro que no, la literatura es y no es la vida. Y me soltó una frase de su cosecha Ser o ser, sino nada. Y luego me soltó otra de Janis Joplin: Freedom is just another word for nothing left to loose. Le dije, pues ya no aguanto, me estoy orinando. Me levanté, me quedé quieta, miré hacia el camellón, hacia adelante y miré hacia el interior del local, hacia atrás, aún sin dar el primer paso. Apareció en su rostro una increíble sonrisa divertida, en el mío una de picardía y comencé a moverme.
1 comentario:
Amiga, gracias por compartir tan generosamente.
Realmente alucinantes tus realatos e inspiradores...excelente la fraze Nitzcheana...la adoptaré
De nuevo un placer enorme viajar contigo...¡es hermosa tu Argentina!...¡ya se me antoja ir por ella!
Te mando un gran abrazo y que tengas muchos más días como estos.
Mónica.
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