viernes, 29 de noviembre de 2013

Kronos y Kairos

 Yo sé de las estrellas que hay que navegar para seguir
Y de los caminos que se abren
Y sé que de tus pasos está lleno el corazón.
Rocío Barragán, fragmento

He pasado un largo período esperando que se volviera a llenar la fuente para garrapatear y continuar con estas Cartas desde Real, que se quedaron suspendidas mientras mi atención se centraba en otras cosas, como vivir por ejemplo.  Ahora regreso escribiendo desde las entrañas de una ciudad mediana del norte de México, en un día helado pero con sol. El cielo es tan cristalino, que casi se pueden tocar las nubes y las tonalidades plomizas me recuerdan un poco esos estados de melancolía que a todos nos agarran por momentos, a veces inesperadamente. Tendré que cambiar el nombre del blog. Ya pensaré algo.  Cuando me veo en este entorno, rodeada de máquinas, cemento, autos, carreteras, fábricas, chimeneas enormes arrojando humo negro, supermercados, camiones de basura, distribuidores viales, antenas, cines y gente pidiendo limosna, me acuerdo de las espinas que protegen plantas hermosas y delicadas allá en el desierto. Cuando siento en  la piel de mi rostro el viento frío, trato de escuchar los cánticos antiguos que me susurraban las serpientes,  preguntándome ¿Cuál es mi finalidad ahora? Vine a este sitio motivada por resortes internos: un espejismo de amor, un mejor futuro para mis hijos, unas ganas de conocer gente nueva, de trasmutar el presente. He estado intentando encontrar quien soy aquí, porque se me ha movido el tapete grueso.  Me he caracterizado en diferentes personajes a lo largo de la vida. He sido una gran navegante y lo digo así, sin modestia. Uno paga un precio cuando se decide a ser aventurero, así que tengo el alma y el cuerpo lleno de cicatrices. Como todos nosotros, he tenido que ser mi propia sanadora. Me sigue gustando despeinar las ideas y continuar adelante en el tiempo.
El concepto del tiempo, el kronos,  es el tiempo medible al que estamos acostumbrados cuando miramos el reloj, el que nos mantiene esclavos de los apegos, el que nos hace temerle al tic tac que resuena en los oídos como un martillo inexorable en esta casa citadina, el que nos llena de arrugas y de experiencia. Por su parte,  el kairos,  es el tiempo mágico, el tiempo nutricio, renovador, sagrado, que no se aprecia en el día a día, por su condición evanescente. Es difícil entrever la magia en medio de este acompasar de manecillas aún en las más intrépidas navegaciones. Sin embargo, los años de experiencia me dicen que está allí, que hay una tarea por llevar a cabo, que no debo cesar en mis intentos. Aunque la ciudad me está resultando un hueso duro de roer, luego de tanto tiempo de vivir en la tierra de Wirikuta. La poesía está en el interior, no importa en que sórdido paraje o en que bosque soleado pueda estar el cuerpo que habito ahora. Sólo que aquí de a ratos se me esconde. Me pregunto cómo le hicieron los amigos que tuvieron que irse de Real de 14.
Seguramente se trata sólo del proceso de adaptación. Por ejemplo, me gusta caminar en las calles del centro, llenas de mansiones viejas de ladrillos y portones labrados en madera desportillada por los años. Me gusta la alameda y sobre todo sentarme en una banca frente esa vieja y misteriosa casona. Es blanca con numerosos tejados en metal gris y tiene unas ventanas ovaladas en el ático. Parece uno de esos castillos de cuento de terror, gótico hasta los cimientos, con una galería redonda y enredaderas que asoman por las ventanas del sótano. Si pudiera, viviría allí….ah en ese lugar de seguro si me encontraría vestigios de kronos y kairos juntos.
Pero por el momento, aquí estoy derritiendo mis nostalgias al calor de la estufa, mientras el tic tac del reloj  y el eco de los pasos que guían mi corazón cuchichean: paciencia fénix, paciencia. 

 Desde la ventana
Voy a gritar desde los labios sangrados
y que me oiga el vacío para que arda, no importa si estoy perdida
entre cuatro paredes de esta cuidad amurallada,
Sobrevivo entre la gente, en esta niebla ciega
Lavando las pieles que me habitan
con miedo, con placer, con sangre
como una poseída, con el cuerpo cubierto
de aguijones candentes,
con huecos de luz
donde mi corazón sale de noche y vivo.
Sobrevivo entre la gente, con un rayo de fuego
clavado en mi interior como un estigma.
La ciudad duerme y conmigo,
he de navegar estrellas hasta la última luz.

Rocío Barragán,adaptación 1992.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

que gusto leerte de vuelta amiga...las cicatrices te han hecho mejor escritora, felicidades! T

Francisco dijo...

¡Qué hermoso es oír tu voz de nuevo!¡Ahí estás m´hija, siempre reconstruyéndote y mirando p´alante!
No sabés cuánto te quiero por eso.

Unknown dijo...

Navegar estrellas hasta la última luz...