No es fácil ser cronopio. Lo sé por razones
profundas,
por haber tratado de serlo a lo largo de mi vida;
conozco los fracasos, la renuncias y las traiciones.
Ser fama o esperanza es simple, basta
con dejarse ir y la vida hace el resto.
Ser cronopio es contrapelo, contraluz, contranovela,
contradanza, contratodo, contrabajo,
contrafagote, contra y recontra,
cada día contra cada cosa
que los demás aceptan y tienen fuerza de ley.
Julio Cortázar.
A
veces nos arremeten ciertos estados de ánimo que parecieran inexplicables y más
bien no lo son. Se aparecen de repente
cuando uno se da cuenta de que todavía no encuentra su verdadero lugar cósmico
dentro del entramado de la vida, o cuando se admite que el miedo principal de
todo ser humano, el miedo a la nada, a la desaparición, a la muerte, está allí,
agazapado tras la cotidianeidad, para recordarnos la inexorabilidad del ser.
Entonces uno se pregunta si en verdad está haciendo lo correcto, si de verdad
existe esa red que une todas las cosas para darle algún sentido a nuestra
existencia. He descubierto que soy una cronopia, y esa certeza me da una tregua. Cronopio es un concepto acuñado por Julio
Cortázar para designar a los seres portadores de eros y libertad, que tienen el
corazón bondadoso y son seres tibios, desordenados, tristes. La ternura que le
inspiran a su autor se contagia fácilmente a los lectores. Los relatos de cronopios,
suelen ser sutilmente melancólicos, amables pero incisivos, rasgos que el
estilo comparte con ellos mismos. Son también congénitamente optimistas, irrealistas, innovadores y
despreocupados. Y sí, casi todo eso me acomoda. A lo mejor no soy yo, sino
la resonancia mórfica, tema
desarrollado por Rupert Sheldrake en su
obra A
New Science of Llife. El autor es un bioquímico de fama mundial que rechaza el esquema del universo mecánico y cree en la existencia de una memoria colectiva dentro de las especies. Este planteamiento revolucionario ha supuesto una auténtica conmoción en el mundo científico y académico. Muchos lo han definido como un buen candidato para quemar en la hoguera. Por eso me encanta. Él dice que cuando los químicos, por ejemplo, consiguen que un determinado producto cristalice en una parte del mundo, resulta más sencillo cristalizarlo en cualquier otro lugar. Después de que las ratas de un laboratorio en Harvard aprenden a escapar de un laberinto, las ratas de Melbourne (Australia) escapan mucho más rápidamente de un laberinto similar. ¿Por qué y cómo? El doctor Sheldrake denomina a este proceso resonancia mórfica, una expresión con la que se refiere al modo en que formas y conductas de organismos pasados influyen sobre organismos presentes. O como diría McLuhan, otro candidato idóneo según sus detractores, para tal fin abrasador "el mundo de la mecánica cuántica, de la nueva física, representa un cosmos en el cual no hay conexiones sino sólo intervalos resonantes, como en el tacto.Cuando se toca algo, no se hacen conexiones sino que se crea resonancia. El mundo actual, donde los cambios tienen lugar a la velocidad de la luz, es el mundo del intervalo resonante, del tacto, de la actitud mágica hacia el lenguaje, producida delicadamente por el oído". ¿Por qué menciono esto? Porque a lo mejor los cronopios que deambulamos por el planeta, somos producto de una resonancia mórfica (señoras y señores, no estamos solos), y esos estados de melancolía, esa manera de ser portadores de eros y libertad, esa ensoñación, esa forma naif de relacionarnos con el entorno, de creer en los peces de colores y en la paz universal, sí son una certeza del entramado divino (ya ves padre que no creo en las victorias pírricas). Una afirmación de que el mundo está lleno de seres diversos y que no todos podemos ser santos o hijos de la chingada. En mi texto anterior mencioné algo de Saidi Ahuerma: Las experiencias y vivencias de cada ser son
diferentes, únicas y originales, porque es única su órbita y las circunstancias
que determinan cada instante de su transcurrir sólo a él le pertenecen,
eslabones de la trama de causas y efectos que él mismo ha creado. Si es así, entonces… ¿Soy absolutamente
responsable de TODO lo que me sucede? Caray, ese sí que es un bulto grande para
cargar. Quiero creer que soy la causa de tan sólo una pequeña parte, pues a
veces la vida nos da unas bofetadas tremendas y no me considero secuaz del
marqués de Sade. Admitiendo que me gusta estar en el borde de la ola y en
ciertos períodos el universo me trata como una diosa. Tal vez la resonancia
mórfica hace que a veces la nostalgia se trepe como una enredadera a la cual yo no
invité a pasar hasta la cocina, sino que en algún lugar, dentro de la
red-mátrix, todos estemos viviendo algo similar, en forma de pregunta sin
respuesta, en forma de algoritmo para resolver, en forma de un laberinto. O a
lo mejor se trata de una especie de combustible galáctico (me acordé de vos
Simona) que nos da la materia prima para que nuestros motores sensoriales-emocionales-espirituales
funcionen y nos permitan, simple y
llanamente CAMINAR.